"...En la actualidad el término comunidad ha caído en desuso, repudiado en nombre de una nunca bien definida modernización. Se considera que la idea de comunidad es premoderna, negación de la presunta soberanía del consumidor, residuo arcaico que se opondría al despliegue de relaciones totalmente libres entre hombres solos. La historia, la experiencia común, la memoria compartida serían obstáculos a la satisfacción instantánea de necesidades que se renuevan constantemente, que, en realidad, están siendo continuamente inventadas y artificialmente inducidas. El concepto de comunidad ha quedado reducido, en nombre de la modernidad, a su acepción reaccionaria.
Existe en cambio una larga tradición comunitaria de izquierda, con vigencia en los valores y en las prácticas del movimiento obrero; y existe una acepción libertaria del término comunidad como instancia de emancipación del individuo en cuanto persona y no como concepto abstracto e indiferente. La comunidad es lo opuesto al mercado. No cabe en ella la dimensión abstracta de las relaciones mercantiles, de las relaciones sociales mediadas exclusivamente por los bienes, puesto que en ella se busca y constituye un sistema de relaciones más auténticas y concretas, relaciones que no se expresan en el intercambio y en el uso recíproco, sino en el estar juntos. La comunidad no es necesariamente incompatible con el mercado, a veces lo presupone, pero no es el mercado. Constituye un medio regido por formas de comunicación diversas y por valores opuestos: reciprocidad, duración, gratuidad, cultura.
La forma actual del fascismo, o su próxima suerte, hunde sus raíces en la disolución de la forma comunitaria, en la disolución de aquellos cuerpos intermedios esenciales para el funcionamiento de toda democracia, en la transformación de los sujetos colectivos en muchedumbre solitaria, en la plena manipulabilidad de las soledades intelectuales, de hombres sin raíces, sin puntos de referencia, sin identidad compartida..."
Fragmento de "El libro de las 35 horas."
Artículo: "La edad del despilfarro. Paro y necesidades sociales" del autor Giorgio Lunghini.
Existe en cambio una larga tradición comunitaria de izquierda, con vigencia en los valores y en las prácticas del movimiento obrero; y existe una acepción libertaria del término comunidad como instancia de emancipación del individuo en cuanto persona y no como concepto abstracto e indiferente. La comunidad es lo opuesto al mercado. No cabe en ella la dimensión abstracta de las relaciones mercantiles, de las relaciones sociales mediadas exclusivamente por los bienes, puesto que en ella se busca y constituye un sistema de relaciones más auténticas y concretas, relaciones que no se expresan en el intercambio y en el uso recíproco, sino en el estar juntos. La comunidad no es necesariamente incompatible con el mercado, a veces lo presupone, pero no es el mercado. Constituye un medio regido por formas de comunicación diversas y por valores opuestos: reciprocidad, duración, gratuidad, cultura.
La forma actual del fascismo, o su próxima suerte, hunde sus raíces en la disolución de la forma comunitaria, en la disolución de aquellos cuerpos intermedios esenciales para el funcionamiento de toda democracia, en la transformación de los sujetos colectivos en muchedumbre solitaria, en la plena manipulabilidad de las soledades intelectuales, de hombres sin raíces, sin puntos de referencia, sin identidad compartida..."
Fragmento de "El libro de las 35 horas."
Artículo: "La edad del despilfarro. Paro y necesidades sociales" del autor Giorgio Lunghini.